miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sopa de Tortuga


Los indicios apuntaban a lo que resultaba evidente. La instrucción más larga de la Historia concluyó y se celebró el juicio. Los restos del cuerpo, como pieza de convicción, no se exhibieron por no considerarlo preciso las partes, habida cuenta que el cadáver, pese a haber sido embalsamado en su día, apenas era reconocible. Efectivamente se apreciaba que eran los restos de una liebre, pero nada más, pese a que años atrás se practicó la prueba genética con los sucesores de miles de generaciones posteriores del señor Liebre Corredor, lo que no hacía necesario el desagradable trago de tener al momificado cuerpecito sobre una mesa. El Código Penal contempla la imprescriptibilidad de los delitos cometidos por los personajes de las fábulas, hecho que debería hacernos replantear esa misma imprescriptibilidad respecto de otros delitos de sangre. Fue el propio señor Tortuga Ladino quien se delató en el plenario, cansado de tantos años de interrogatorios y de juicios mediáticos. Los hechos probados de la sentencia se resumen muy fácilmente: el señor Tortuga ganó la celebérrima carrera, mas no porque el señor Liebre alcanzase la meta después que él; simplemente el señor Liebre nunca llegó a ella. El señor Liebre descansaba plácidamente mordisqueando florecillas y restos de carroña mientras se reía del lento señor Tortuga, para al tiempo volver a adelantarle mientras se reía de su contrincante con imprecaciones tales como “dominguero”, “lentorro”, “apamplao” y demás insultos que no deben ser reproducidos. Tras arduas investigaciones realizadas durante siglos se confirmó que como consecuencia de la lluvia, el señor Liebre, en su febril carrera, resbaló produciéndose un esguince, lo cual fue aprovechado por el señor Tortuga, que, conocedor de que pese a tal lesión, en un alarde de valentía, el señor Liebre podría vencerle, extrajo de su caparazón un calcetín sucio con el que le envolvió cabeza, asfixiándolo, deshaciéndose del cadáver ocultándolo tras unos arbustos. Las tortugas son longevas, y nuestro protagonista lo es con creces, pues en el momento del juicio aún vivía. En su alegato inculpatorio en el juicio, el señor Tortuga, cansado, como ya se ha referido, manifestó que Esopo fue su cómplice “para sacarse unos cuartos”, pues el resultado inverso en la carrera no le hubiera reportado nada. La Sentencia se dictó en voz. Aquella noche el juez cenó sopa… de Tortuga.    

2 comentarios:

  1. Me encanta, un cuento tradicional, llevado a tu terreno, con mucha maestria...

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  2. Otro mito que se me cae...ahora resulta que mi máxima de L.P.S. ( Lento Pero Seguro ) es fruto de un montaje criminal, y es moralmente censurable? Meditaré sobre ello...lentamente, como el Señor Tortuga. ;)

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